No se si serán las rosas que están con mayor color, o será que después del ‘65 abril y la patria han quedado como esposos unidos para siempre, talvez es que universo conspira para que eso ocurra. Por la razón que sea en este mes estoy más loco, en esos 30 días el corazón no resiste freno y se desliza por la pendiente hermosa del amor con desenfreno, en abril teorizo menos y filosofo más, hablo menos y digo más, lloro menos y río más. En fin muero menos y vivo más.
Esos amores de abril, amores de frías, amores de barra, amores de esquina, amores de iglesia, amor de barrio, amores febriles, amores ardientes; esos amores que te duran lo que te dura el sueño, a veces despiertas pronto; cuando hay suerte no despierta uno nunca. “Tenias quince abriles” (Ay, quince abriles), ese amor de adolescente que no pregunta el porque, que no niega una caricia, que no hipoteca un abrazo. De nuevo se acerca abril y yo como siempre indefenso, esperando a ver que ojos brujos me hechizaran esta vez, a ver que mirada tierna acabara con mi calma; pensando quien será esa que con su sonrisa calida me llevara a ofrecerle el cielo, a querer bajarle una estrella, a intentar olvidarme de Danilo y de Leonel, De Chávez y de Fidel, y solo mirarla a ella.
Si Sabina se dejo robar el mes de abril, que me perdone, yo tratare de no sufrir su tortura y me aferrare a este mes sin par, tratando de hacer mi abril eterno, tratando de que no se sequen las hojas de mi inspiración, luchando por mantener mi esperanza siempre verde; porque sé que soy dichoso de que puedo amar, aun si no me aman y no sufro la condena de ser amado y no poder amar. Y ese es abril con sus mariposas, con sus árboles y rosas, con sus atardeceres que se miran mejor a través de los ojos de alguna mulata; este es el mes, mi mes; el momento cumbre donde el ser se siente más él, y donde florecen no solo las orquídeas, sino también los amores.